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Regalo un día de equipaje deporte de extremos montaña Lleida . paja; pero me vi sin fuerzas y solamente pude reclinarme contra la pared. Los presos se reunieron, como yo había pedido, porque ya empezaban a escucharme con placer. Mi hijo y su madre me sostenían uno de cada lado; eché una mirada alrededor de mí, vi que no faltaba ninguno, y entonces les dirigí la siguiente exhortación. XXIX EQUIDAD DE LA PROVIDENCIA CON LOS FELICES Y DESGRACIADOS DE AQUÍ AB
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